(A partir de la siguiente edición: Robert Kurz y Ernst Lohoff (2021). El fetiche de la lucha de clases. Tesis para una desmitologización del marxismo. Crise & Critique).
Primera tesis
La clase obrera es una categoría real lógica del capital y no una entidad transhistórica del polo del trabajo. Esta primera tesis es fundamental, pues avanza la idea que define a la crítica del valor: la lucha de clases ocupa un lugar secundario en la teoría de Marx, ya que la categoría de clase está subordinada a la mercancía. Como antagonista de la ideología burguesa, cuya identidad está marcada por la unidad a partir de la democracia o la nación, el marxismo reivindica la división clasista en tanto fundamento social detrás del velo ideológico y entiende a la clase obrera de manera afirmativa. Según los autores, esta posición esquiva una crítica de las categorías del valor (la forma mercancía, el Estado, el dinero…).
Segunda tesis
Inversión de la esencia y la apariencia. Refuerza la primera tesis: el marxismo relega el fetichismo de la mercancía a la circulación y ubica a las clases en el lugar de las categorías esenciales. Lo que está velado o que no puede asimilarse desde el marxismo es el fetichismo de la forma mercancía en el centro del modo productivo. «La verdadera no identidad de los miembros de la sociedad es su existencia como productores de mercancías sin más, es decir, la escisión entre el proceso de trabajo concreto y la socialidad del trabajo real en sí pero inconsciente». «El fetiche de la mercancía, lejos de cubrir con un velo el «verdadero» antagonismo de clase, lo constituye». «Capital y trabajo son idénticos en cuanto formas de existencia social del fetichismo de la mercancía que está basado en la no identidad de los sujetos humanos en general con la socialidad de su propio trabajo».
Tercera tesis
Cuestiona el carácter revolucionario del interés de clase, dado que este aísla y reafirma la mercancía fuerza de trabajo como si no fuese el resultado de una mediación social negativa orientada a la producción de valor. No se trata, pues, de apuntar a la mera reproducción, a través del metabolismo con la naturaleza, de la clase como productora de valores de uso. En este sentido, «el dinero, como encarnación del trabajo abstracto, también constituye para el obrero el punto de partida real de su reproducción y no la producción de un valor de uso material».
Cuarta tesis
El antagonismo de clase no tiene primacía y se ha vuelto «banal» desde que la clase obrera, victoriosa en su esfuerzo por ser reconocida como clase y deshacerse de los vestigios de elementos precapitalistas, se encuentra integrada como momento y parte integrante del capital. Por un lado, la competencia atañe también a la relación entre asalariados y, por otro, «las oposiciones y lo intereses comunes en este nivel no son menos reales que aquellos entre capital y trabajo, no menos reales que las mismas oposiciones e identidades entre las diferentes ramas, naciones, bloques, etc. De la diversidad y la universalidad de la competencia nace, en su existencia total y mundial, un inmenso campo de fuerzas hecho de intereses antagonistas e idénticos cuyo resultado y trayectoria no pueden ser realmente englobados y dominados de forma duradera por el “antagonismo de clase”».
Quinta tesis
Insisten Kurz y Lohoff en la naturaleza de los intereses de la clase obrera, pero, en esta tesis, a partir de la distinción entre «clase en sí» y «clase para sí». Según los autores, la crítica de la economía política desaparece del uso que hace el marxismo en su afirmación de la clase obrera y esto supone una vuelta a la distinción en términos hegelianos, esta vez como conciencia del proletariado. La superación práctica de la crítica marxiana, que apunta a las categorías del valor, brilla por su ausencia. Sin embargo, si es justa la aplicación de la distinción en términos hegelianos, es en la realización de las condiciones sociales burguesas con el reconocimiento del proletariado como ciudadanos de pleno derecho en cuanto propietario de mercancías.
Sexta tesis
Contra la clase, lo revolucionario es su abolición, no su afirmación. Crítica a Lukács y a tutti quanti. «La organización (incluso armada) que busca abolir [aufheben] el trabajo asalariado excluye toda conciencia de clase positiva, los sujetos revolucionarios se organizan no como obreros sino en cuanto comunistas cuyo objetivo inmediato no puede ser sino deshacerse para siempre de la existencia del trabajador». La clase, pues, en sentido negativo: «es la anticlase que se niega en la conciencia de clase negativa; no es la clase obrera que, en tanto clase, construye “el socialismo”, sino al contrario, la “construcción del socialismo” es inmediatamente idéntica al autodesmantelamiento de la clase obrera. Un “socialismo” en el que la clase obrera se afirma como clase y permanece como clase obrera no es más que otro nombre para el capitalismo».
Séptima tesis
Imposibilidad del marxismo para llevar hasta sus últimas consecuencias una teoría del colapso del capitalismo y la abolición de las clases. A partir de una visión sociologizante de las teorías de Marx, consideran que el crecimiento demográfico del proletariado, a partir del desarrollo del propio capitalismo, conduce al socialismo. El marxismo, en general, aborrece cualquier teoría que plantee el derrumbe del capitalismo por su propia lógica absurda fundada en la valorización. Se trata, entonces, de fortalecer a la clase obrera para el relevo. No solo apuntan los autores a los marxistas socialdemócratas, también a los leninistas, que ven en la crisis una amenaza para el sujeto revolucionario. En la medida en que las crisis sean cíclicas, dado que «no hay crisis permanentes», no pueden sino preparar al proletariado. Incluso los teóricos más radicales de las crisis, como Grossman o Luxemburgo, no llegan a las últimas consecuencias de la crisis del capitalismo (esto lo repite Kurz con más detalle en La sustancia del capital).
Octava tesis
«Mientras el proceso histórico de socialización del capital no había llegado al agotamiento y la “misión de la clase obrera” que contenía todavía estaba pendiente de realizarse de manera positiva en cuanto “venir a sí” de la mercancía fuerza de trabajo, el “punto de vista de clase» positivo, inmanente al valor, tampoco podía superarse». Importancia de las nuevas tecnologías y la posibilidad de sustituir el trabajo humano. El marxismo no puede aceptar su obsolescencia en el estadio final de la dinámica capitalista. Este empecinamiento «paraliza toda perspectiva positiva que vaya más allá de la relación con el capital». Todo reformismo queda imposibilitado con la crisis del trabajo, que es también la crisis del capital. La contradicción principal es que la reproducción social en los límites de la valorización precisa del trabajo abstracto del productor inmediato y al mismo tiempo, en razón de la competencia y la cientifización, lo abole. «El comunismo se encuentra realmente por la primera vez históricamente a la orden del día, no como realización y triunfo de la “conciencia de clase proletaria”, sino como su crisis y su negación». Para los autores, las luchas que surgen bajo la vieja forma de la lucha de clases son pervivencias fantasmagóricas del pasado y, cuando se afirman en el trabajo son reaccionarias. Incluso cuando apuntan a una crítica de las fuerzas productivas o cuando rayan el luddismo, no se pueden orientar en la dirección de «una perspectiva comunista». «La incorporación del interés obrero constituido por el valor no hace desaparecer la crisis objetiva de la formación social burguesa. No desaparecen ni la necesidad ni la condición fundamental de un movimiento revolucionario».
Novena tesis
«Conciencia comunista y conciencia de clase proletaria se excluyen mutuamente». La crítica del marxismo y de la clase obrera en cuanto categoría del capital permite la conformación de una anticlase. «Un nuevo sujeto revolucionario ha de buscarse ahí donde, en el seno mismo del trabajo social global, ya aparecen en las condiciones capitalistas los elementos de una negación ideal y práctica del propio trabajo». Kurz y Lohoff encuentran que los lugares privilegiados para esta tarea son los sectores más desarrollados científicamente donde, contra los emprendedores más entusiastas del capitalismo o los cooperativistas, se busca escapar al trabajo. Insisten, pues, en la no identificación con la propia categoría social. «El programa de la crítica fundamental de la mercancía y del dinero no puede encontrar un eco más que en individuos modernos que, en su propia concepción de sí mismos, no “son” ni médicos, ni beneficiarios de una ayuda, ni obreros, ni estudiantes o empleados bancarios, incluso si, por el momento, ocupan una u otra ocupación». Advierten, hacia el final del texto, que no se trata de un «hedonismo posindustrial», sino de una negación consciente y revolucionaria de una forma social que está agotada.